gimnasio-lesbicoAntiguas compañeras y yo habíamos alquilado la pista de patinaje del gimnasio para toda la tarde de un sábado. Estábamos todas preparadas con nuestras mejores mallas y los patines relucientes en nuestros pies. Pasamos toda la tarde patinando y practicando todo tipo de saltos y de figuras que habíamos aprendido a lo largo de los años.

Envidiaba mucho a mis compañeras, todas tenían un cuerpo espectacular y unas bonitas caras, con las cuales, no les era muy difícil ligar; Mónica, Sheila, Paula, Angela y Amanda… son preciosas.  Todas teníamos la misma edad, 19 años. Nos conocíamos ya desde pequeñas y todas coincidíamos en la pasión por el patinaje.

Acabamos la tarde empapadas en sudor. Habíamos pasado tantas horas patinando que el tiempo se nos echaba encima. Nos dirigimos hacia el vestuario femenino del gimnasio, para ducharnos, vestirnos y arreglarnos para salir ya preparadas para la fiesta. El resto de la ropa quedaría hasta el siguiente lunes, guardada en las taquillas del gimnasio.

La última en meterse bajo las duchas comunes fui yo. Me quedé embobada al ver los hermosos cuerpos desnudos y húmedos, de mis compañeras bajo el agua. Amanda se dio cuenta de que yo no era capaz de unirme a ellas y se dirigió hacia a mi, me cogió de la mano y me arrastró hacia la única ducha disponible. Antes de activar el chorro de agua, lentamente desenvolvió la toalla que cubría mi cuerpo. Todas nos miraban. Con sus manos rozando mi piel, arrastró suavemente la toalla que resbalaba por mi cuerpo hasta caer al suelo. Fue un detalle bastante seductor por lo que mis pezones rápidamente mostraron la excitación que sentí, con aquel mínimo detalle.

Los ojos de Amanda se agrandaron al ver la erección de mis pezones y una pequeña sonrisa traviesa se asomó en sus labios. Una de sus manos se estiró pasando a mi lado, rozando mis costillas y activó el agua. Todo mi cuerpo comenzó a mojarse. Desde la cabeza hasta los pies caía un delicioso chorro caliente de agua. Cuando mi cuerpo y yo estábamos completamente húmedos, Amanda se acercó más a mi. Colocándose justo debajo del chorro de agua, obligándome a dar un paso hacia atrás. Mi espalda cayó sobre la fría pared. Las manos de Amanda comenzaron a acariciar mi cuerpo. Atrayéndome hacia ella. Pegando mi cuerpo contra el de ella. Las demás compañeras hicieron un círculo alrededor de nosotras. Al principio creía que estarían extrañadas pues nunca habíamos tenido ningún contacto físico entre nosotras. Pero poco tiempo tardé en descubrir que ellas estaban tan calientes como Amanda.

Me vi totalmente acorralada por manos, muchas manos acariciándome, extendiendo el jabón por todos los recovecos de mi piel. Tocándome, acariciándome, excitándome. Mientras la boca de Amanda buscaba la mía. Me besó. Lenta y suavemente, jugando con su lengua a llevarme a otro mundo paralelo. Sentía el placer por cada poro de mi piel. Las manos, los besos, los labios de Amanda.

Entre todas me aprisionaron contra la pared. Sheila empujaba con sus manos, separando mis piernas. Su lengua daba pequeños y sonoros besos en mis muslos y por el contorno de mis piernas. Las manos de Paula acariciaban la parte posterior de mis piernas, subiendo hacia mis nalgas, apretándolas y dando  sonoras palmadas. Los labios de Mónica besaban y chupeteaban mis pezones. De vez en cuando, los pellizcaba y apretujaba mis senos entre sus manos. Y Ángela… uff!! Ángela se encontraba justo entre mis piernas, chupando y besando cada parte de mi ser. Cuando su lengua llegaba a la altura de mi clítoris, cogía mayor rapidez, lamiendo de arriba a abajo y de un lado al otro.

Todo aquello era una situación bastante surrealista. No sé ni cómo, ni porqué comenzó todo aquello. Pero de lo que sí que estoy segura, es que fue el mayor placer que jamás pude haber sentido.

Al ritmo de la lengua de Ángela mis piernas se separaban o se juntaban para sentir mayor placer. Las manos de Paula ya no sólo me acariciaban. Sus dedos se introducían y salían de mi ano, haciéndome sentir un placer del que siempre me había negado a recibir. Amanda había activado de nuevo el botón del agua,volviendo a humedecer mi cuerpo que ya se encontraba bastante seco debido a la calentura que estaba sintiendo. Sus manos aprisionaron las miis por encima de mi cabeza, para que yo no me pudiera mover. Me besaba, fuerte y bruscamente. Su lengua abordaba la mía de tal forma que parecía querer comérsela. A la vez Paula me daba azotes que enrojecían mis nalgas y formaban una gran música en el vestuario. Sheila se peleaba con su lengua y la lengua de Ángela para besar mi flor.

Poco a poco me fui deslizando hasta caer sentada en el suelo. Las manos de todas mis compañeras invadían mi cuerpo, acariciándo, apretando, azotando….  Mis piernas estaban lo más separadas que podían, para poder dejar toda mi conchita al descubierto para mayor comodidad de Ángela, que se había subido encima de mi, de espaldas a mi cara y jugaba y succionaba mi clítoris y Sheila tumbada frente a mi, chupando desde abajo. Mónica recorría mi cuerpo con su lengua, mientras sus manos acariciaban las nalgas, introduciendo sus dedos en el ano y en la vagina de Ángela. Poco después, todas tocábamos y acariciábamos dando placer a la de al lado.

Acabamos completamente tumbadas en el suelo en forma de círculo. Practicando sexo oral. Todas comíamos, chupábamos y succionábamos de los chochitos de las otras. Cada vez nuestras lenguas daban mayor placer cogiendo mayor habilidad y velocidad a la hora de comernos el clítoris. Caímos en un profundo orgasmo, envuelto en jadeos y chillidos de placer. Los fluidos caían por nuestras vaginas en dirección a la boca de nuestra compañera, todas chupábamos el dulce sabor del viscoso líquido que salía de nuestras vaginas.

Aquella misma noche después de volver de fiesta, fuimos a dormir a casa de Amanda, donde volvimos a repetir nuestro encuentro lesbico sexual. Cada fin de semana hay una excusa para nuestros padres para dormir juntas.