Aquella mañana del lunes comenzaba una nueva etapa en mi vida. Acababa de llegar a aquel pueblo perdido de la ciudad para escolarizarme en la Universidad de Bellas Artes.
La mañana parecía que nunca iba a tener fin. Mis compañeros de clase y yo atendíamos semi-dormidos al profesor que se nos presentaba con un ademán de madurez del que carecía. Aquel profesor, mi tutor, sólo nos llevaba poca edad de diferencia. Era un joven bastante atractivo, moreno de piel con ojos de un color grisáceo y sonrisa picaresca.
Aquel curso fue bastante intenso pero todo aquello fue recompensado al conocer a la que sería mi mejor amiga, Alexandra. Nos hicimos amigas rápidamente, fue una conexión casi instantánea. Teníamos pensamientos y gustos muy similares y los momentos que pasábamos juntas se hacían inolvidables.
Poco antes de que termináramos la carrera, me fui a vivir con Alexandra a un pequeño apartamento cerca de la Universidad. Las mudanzas fueron odiosas, el cansancio de nuestro cuerpo podía completamente con nosotras. Al caer la noche de aquel odioso y largo día, cuando ya todo en nuestro nuevo apartamento estaba ordenado y limpio, Alex me propuso brindar por nuestra nueva convivencia juntas. Estábamos a punto de chocar nuestras copas cuando el timbre de nuestro apartamento sonó. Era Simón, nuestro tutor, que venía a felicitarnos y ya que estaba allí le animamos a que brindara con nosotras.
Horas después nos encontrábamos borrachos como cubas. El alcohol nos estaba atontando un poco y el silencio poco tardó en aparecer tras los minutos de risas. Alexandra me miraba de una manera muy incómoda, sinceramente. Su mirada no apartaba el ojo de mi, mirándome fijamente sin apenas pestañear. Me sentía un poco incómoda ante aquella situación; el silencio en la sala, la mirada fija de mi compañera y la indiferencia del hombre que me gustaba.
Alexandra se sentó a mi lado, cambiándose de sofá, sentándose justo a mi lado mientras Simón seguía sentado en el Sofá de enfrente. Una de las manos de mi amiga comenzó a acariciar mi pierna derecha, dibujando dibujos sin sentido con sus dedos que hicieron que algo dentro de mi se despertara. Ya no estaba incómoda. La verdad es que me gustaba mucho que me acariciara de aquella forma.
Alex cogió más intensidad en acariciar mis piernas descubiertas. Los ojos de Simón estaban centrados en las manos de Alex expresando deseo al ver aquel contacto entre dos mujeres, lo cual, provocó que las caricias de Alex me excitaran un poco. Mi mano derecha se dirigió hacia la pierna cruzada de mi compañera. Comencé a acariciar de una manera bastante sensual, subiendo y bajando por el muslo de mi amiga, notando en la palma de mi mano, como se le erizaba la piel. Las caricias comenzaron yendo a más. Ya no sólo nos acariciábamos las piernas, sino que el contacto era mayor.
Los labios de Alexandra se posaron en mi cuello al que comenzó a darle pequeños y sonoros besos, dejando un rastro húmedo en su camino. Aquello fue como si una ola de calor me invadiera por dentro. Todos los sentidos de mi ser estaban a flor de piel.
No puedo decir que me gustaba por el fruto del alcohol, sino porque me gustaban los besos de mi amiga.
Un pequeño bulto comenzaba a crecer en los pantalones de nuestro tutor. Lo que provocaba en nosotras una pequeña picardía. Todo aquello parecía surrealista, pero me gustaba. Me gustaban los besos y caricias de mi amiga, me encantaba ver cómo del hombre del que me había enamorado se excitaba viendo cómo otra me tocaba.
El deseo se había apoderado de mi y no escatimé en buscar los labios de mi amiga para besarlos. Yo estaba muy caliente y necesitaba besarle para agradecer aquel placer que me estaba haciendo sentir. Fue al besar sus labios cuando nuestras lenguas estaban jugando a empujarse, cuando sentí la necesidad de tener sexo.
No tardamos mucho en desnudarnos. Tumbadas en el sofá frente a nuestro profesor, que no nos quitaba los ojos de encima. Nuestros pechos se rozaban al ritmo del baile de Alex subiendo y bajando sobre mi, empujando con sus caderas las mías. Nuestros sexos se mezclaban de vez en cuando, encendiendo un poder en nosotras que nos calentaba cada vez más.
Mis manos apretaban las nalgas de Alex, apretándolas y empujándolas hacia abajo para que nuestras flores se tocaran. El deseo y el placer era lo único que podía sentir en mi cuerpo. Mis pensamientos estaban perdidos mientras mis miradas se dirigían hacia Simón que se mordía el labio grueso inferior.
Después de hacer las tijeras Alex y yo. Alex se deslizó por mi cuerpo dejando un rastro de besos hasta que su boca llegó a la altura de mi clítoris. Su lengua comenzó a lamerlo de arriba a abajo. Humedeciéndolo, haciendo que se abriera el capullo para sentir todo aquello de mejor forma. Simón se levantó y se arrodilló frente a mi cara. Comenzó a comerme la boca, mirándome apasionadamente reflejando el deseo en sus ojos. Mis sentidos se dieron por vencidos dejándose llevar por los besos de mi profesor y el cunnilingus de mi amiga.
Toda yo era placer. Nunca había sentido aquella sensación de deseo, de excitación.. de amor. Simón jugaba con su lengua por mi pezones, chupeteándolos y succionándolos como si de piruletas se trataran. La lengua de Alex, paseaba desde mi vulva hasta mi ano, mientras sus manos sujetaban mis caderas en el aire.
Me senté en el sofá con las piernas abiertas de par en par, casi haciendo el espagat. Las cabezas de ellos dos estaban entre mis piernas mientras sus bocas se peleaban a besos ocasionales para hacerse con el poder de mi vagina. El verme implicada en una situación tan morbosa y tan excitante, me despertaba una sensación de liberación que poco después se convertiría en orgasmo.
Alex se levantó y se sentó de nuevo a mi lado y me besaba la boca y los pechos mientras que Simón sujetaba mis piernas hacia él, penetrándome con su enorme y gruesa polla. Sus caderas me embestían cada vez con mayor fuerza lo cual me encantaba y me excitaba más. Entre los besos de Alexandra se oían mis jadeos que poco después se convertirían en chillidos de placer. El orgasmo estaba dejándose llegar y el viaje hacia el clímax que estaba sintiendo realmente es indescriptible. No tengo palabras para describir cómo me estaba sintiendo, al explotar en deseo mientras Simón seguía embistiéndome y atacándome con su erecto pene mientras que Alex chupaba y retechupaba los fluídos que se escurrían de nuestros cuerpos.
Ámbos habíamos caído en el orgasmo, pero faltaba que Alexandra pasara placer. Nos tumbamos en el suelo del salón y colocamos a Alexandra en el medio. Separé sus piernas con mis manos y comencé a chupar su ser, jugando a pasar mi lengua por su clítoris de un lado a otro cada vez con mayor velocidad. Simón tomó la misma postura pero con mi clítoris en su boca y Alex le practicaba una mamada. El triángulo perfecto. Los tres tumbados en el suelo, haciéndonos pasar placer mutuamente, dejándonos llevar por nuestra excitación. El eco de nuestras chupadas sonaban como música en el salón, de vez en cuando, salían pequeños jadeos de placer de alguno de nosotros que levantaba mayor placer en los otros. Cambiamos de posiciones varias veces, hasta caer en un múltiple orgasmo que resbalaban por nuestras bocas en fluídos viscosos.
Fue el único trío que hice en mi vida. Cada vez que me encuentro sola en el salón, sigo recordando en aquella maravillosa noche, de la cual, nadie jamás podrá superar.